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Pasó uno a uno sus viejos vestidos y
trajes. Le apetecía ponerse algo especial, vestir diferente en su cita. Deseaba sentirse una
mujer nueva. Montar en sus altos tacones que yacían guardados en la balda más alta del armario, maquillar su dulce mirada y sonreír como
nunca. Por eso tras pasar toda su ropa una a una y recordar
experiencias vividas con cada una de sus prendas, decidió bajar a la
boutique a comprar algo nuevo. Acudiría a la cita a
ciegas de estreno. No le sobrara el dinero, pero acababa de
cobrar su paga extra y se le antojaba darse un pequeño capricho.
Se
maquilló ligeramente el rostro y ató su larga melena castaña en un tenso moño. Tras embutirse en su abrigo granate, salió con paso rápido hacia la tienda.
- ¿Una
cita? -le preguntó la dependienta.
Ella
asintió mientras seguía pasando perchas en busca del traje o
vestido perfecto.
- ¿Formal
o informal?
- Depende
de él.
- ¿No
le conoce? ¡Entonces es una cita a ciegas! ¡Qué emocionante!
- Sí, aprovechando el comienzo del
nuevo año me he propuesto recuperar viejos hábitos.
Rechazó
la ayuda que le ofrecía la dependienta y siguió buscando hasta hallar su look
ideal. Una falda tubo que pronunciaba sus
interminables curvas y una camisa de cuadros en tonos rosas y azules
que le daba un toque de luz a su rostro. La dependienta le deseó
suerte y le dio un vale de descuento para la siguiente cita. Ella sonrió con la certeza de que no
habría segunda cita. Nunca repetía y esa no sería la primera vez.
De regreso a casa el aroma a café y bollos recién hechos embriagó
sus sentidos y sus pasos se giraron hacia la entrada de la cafetería
que tanto le gustaba. ¿Por qué no?, pensó. El camarero
notó un brillo diferente en su mirada.
- Hola, Lucía. Hoy estás más guapa que nunca.
- Gracias, Jorge. Tengo una cita.
- Vaya, tendré que tacharte de la lista de futuros ligues.
- Bueno, no te creas, en un par de semanas estaré libre de nuevo.
Pidió
un espumoso café con leche que acompañó con una napolitana rellena
de crema y espolvoreada de azúcar glas y se
sentó a degustarlo tranquilamente. No podía dejar de
pensar en cómo sería él. Aventurero, divertido, romántico... Tenía ganas de sentarse y mirarle por primera vez. Ya notaba decenas
de mariposas revoloteando por su estómago. Una mezcla de nervios y
de ilusión acompañaban los latidos de su corazón, como una bomba
de emociones a punto de explotar.
Llenó la bañera de burbujas de jabón. Después de salir aprovechó para perfumarse con la crema hidratante de
fragancia de rosas que tanto le gustaba. Le embargaba la
curiosidad de lo nuevo, del estreno. Armonizó con maquillaje su afable rostro y con una dulce sonrisa
despidió su soledad.
Entró en el edificio. Había tantos para
elegir que se sintió agobiada por un momento. Tras una primera
ojeada general afinó su búsqueda. A medida que se mezclaba con
ellos reducía sus opciones hasta que lo vio. Se acercó y lo
miró detenidamente. Las dudas le corroían por dentro. Se preguntó si sería tan romántico y
aventurero como parecía a simple vista y sin dudar ni cavilar más
salió de la biblioteca junto a él. Les esperaba una larga noche de
inmersión lectora. Deseaba conocerlo a fondo. Despertar en cada
página y saborear el aroma inconfundible del amante aventurero y
pasional.
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