VIEJAS COSTUMBRES


Imagen de Annie Spratt en Pixabay 

Se quitó el guante que protegía su mano derecha del frío y condujo su dedo corazón a la cerradura de la puerta de su casa. La luz se tornó verde y se abrió el acceso a su añorado hogar. Había permanecido dos largos días de viaje de negocios y ansiaba sentarse en el sofá junto a su familia. No le gustaba separarse tantos días de ellos y menos aún en pleno inicio de invierno, cuando los días despertaban cubiertos de niebla y salir a la calle era una odisea.
Encontró a su familia haciendo manualidades en la mesa. Se quedó paralizado observando tan entrañable y calurosa escena hasta que su hijo giró la cabeza y gritando papá se echó en sus brazos. Le tendió su mano y lo arrastró a la mesa donde trabajan. 
-¿Qué es? -preguntó el padre perplejo.
- La Navidad -respondió el hijo-. Es para un concurso de historia. La Navidad era una costumbre de origen religioso y económico que celebraban nuestros antepasados.
- Vaya, qué interesante. ¿Me dejas que te ayude?
- Sí. Mamá está poniendo luces en el árbol, yo construyo el Belén y tú podrías hacer un centro comercial.
- ¿Un centro como los que acaban de extinguirse?
Asintió con la cabeza.
- Bueno, a ver si me acuerdo. Si no, tendré que buscar imágenes en Internet.
El padre paseó su mirada por la preciosa maqueta intentando sentir aquello que llamaban Navidad y que apenas recordaba. Las luces del pino, el nacimiento, los Reyes Magos... todos le transmitieron una calidez y ternura ancestral que añoraba. Recordó a sus abuelos. Siempre le regalaban algo en esas fechas y le contaban leyendas sobre aquella extraña costumbre.
- ¿Y si ponemos un pino de verdad? -preguntó ilusionado-. Creo que quedaría genial en esa esquina.
- Pero papá, ¿qué dirán mis amigos? Sería tan raro tener ahí un árbol con luces...
-Bueno, pero solo lo pondremos mientras duren las vacaciones del solsticio de invierno.
-Vale. Pero solo si te quedas conmigo todos estos días.

El padre sonrió satisfecho. ¿Sería el espíritu de la Navidad? 

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