AMANECE ARRÓNIZ


Una valiente gota de rocío
se desprende de la hoja del olivo
que tras pasar la noche a su abrigo
decide al fin saltar al vacío.

Amanece Arróniz un lunes,
a los pies de Montejurra, entre árboles
mientras la calma de los campos circundantes
se ve alterada por el rugido de sendos motores.

Asoman hombres y mujeres
tan rápidos como veloces
ataviados con máquinas, mantas y guantes
de su importante labor sabedores.

El dueño se acerca con paso lento
y bajo las olivas posa su mano
acariciando y calentando el fruto,
de variedad autóctona, inigualable y único.

El resto aguarda y lo miran de soslayo
con el corazón encogido en un puño
de una agridulce despedida es cada uno testigo
pues llega la recolección tras un arduo trabajo
y el viaje final a la meta, al trujal mágico.

Amanece Arróniz un lunes,
sembrado de piedras y sinuosas calles
embriagado del aroma que desprendes,
oliva, cuando en aceite te conviertes.



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